Puerto Lontananza

Te vi por primera vez un martes de nosecuándo en la barra del que, en ese entonces, era tu nuevo trabajo. Me guiñaste el ojo y respondí con la mano derecha con los dedos extendidos de modo que pudieras ver mi palma. Seguí mi camino a las escaleras ya enganchado por tu guiño. Pensaba si te conocía ya, si te había visto en algún otro lado o si solamente te había soñado alguna vez y de pronto te materializaste y apareciste ahí, como si tuviera que ser así que empezara mi inquietud y las ganas de hablarte. Supe tu nombre minutos después, te dije el mío, chocamos puños y partiste. Algo dentro mío se había encendido sin planearlo. Luego de algún tiempo preferí no pensar en este enganche involuntario. Te contemplaba en momentos tratando de recordar si en algún otro instante de vida nos habíamos encontrado. Si en mis sueños eras tú, si tu voz era igual, si mirabas del mismo modo. No pude recordar. Y así, de la nada, me sorprendí pensándote más a menudo. Invadiendo mis ideas...